domingo, septiembre 28, 2008

FLORECE EL DESIERTO






Se estremece el centro del esfenoides y la hipófisis produce endorfinas en mi cerebro…..si….algo importante pasa.
¡¡Llueve en el desierto!!
¡Saltan y bailan mis neuronas, todas quieren expresar lo que sienten y quieren!
¡Paciencia…ya lo podrán hacer!

El mar del norte de Chile es especial, de color turquesa y de blanca espuma, besa el desierto más árido del mundo….besos perfumados a yodo, besos cariñosos pero estériles; más adentro, en el valle, sólo se encuentra arena amarilla y rocas negras adornadas con algunos centenarios cactus calcinados por el sol y otros más pequeños, achaparrados y llenos de largas espinas; alargan sus sombras pareciendo fantasmas.
Un día sucede lo inesperado, quien sabe porqué fenómeno climático, cae agua en el desierto, mansa y dulcemente empieza a penetrarlo; luego furiosa azota las rocas, los cactus y el viento mueve a los pequeños “perritos” de un lado a otro en la inmensidad. Un día y otro más y, con suerte, después de una semana cae otro chaparrón.
Rápidamente de desencadena una aventura increíble: de semillas, bulbos y larvas que han permanecido años escondidos en lo más profundo del desierto, empieza a brotar la vida y…
aprisa, aprisa, las flores se abren;
aprisa, aprisa los insectos salen de su estado larval;
aprisa, aprisa llegan las lagartijas;
aprisa, aprisa surgen los ratoncillos del desierto;
aprisa, aprisa se asoman trotando los zorros;
aprisa, aprisa todos se quieren multiplicar y ¡comer!. Los grandes se comen a los chicos y los chicos lo que pueden. Las flores se engalanan como mejor saben, se pintan de colores y dibujan el camino para que las mariposas sepan donde está el néctar.
Aprisa, aprisa se desarrollan las “garras de león” mostrando una increíble inflorescencia roja o amarilla, en el fondo de cada flor hay una gota más dulce que la miel que atrae a quien la polinizará.
Aprisa, aprisa, no hay tiempo para nada inútil, nada de praderas verdes, de hojas grandes; aquí los prados son de flores, enormes extensiones blancas o púrpura; hay prioridades, las hojas, para lo que son, para proteger la raíz del sol y así son rastreras, gruesas y peludas o largas y afiladas; los tallos finitos para no ocupar tiempo ni espacio y las flores… ¡espléndidas! llenas de detalles, de filigranas, de colores para atraer a quien las fecundará.
Esos inmensos cactus casi muertos se rejuvenecen formando nuevos retoños y, en lo más alto, se llenan de flores, las más preciosas, blancas, inmaculadas céreas, cargadas de polen que la vibración del viento lo esparcen y sirven de cuna a los abejorros amarillos.
Detrás de cada piedra una familia de insectos se desarrolla. Las avispas hacen acopio de orugas para alimentar a sus larvas….cuando vuelva a llover. Las vaquitas del desierto se desentierran y lucen sus élitros rayados de negro para vivir la fiesta del sexo, se buscan, se fecundan y entierran sus huevos en espera de otro ciclo de vida. Todo es a muy corto plazo, pensado en un muy largo plazo.
Aprisa, aprisa, el desierto florece, está vivo otra vez.
Ya me llegó la hora de saber lo que le pasaba a mis neuronas, ellas sabían que el desierto me iba a atraer, ellas sabían de mi añoranza, de mi locura. Es imposible expresar lo que siento, si fuera pintora pintaría un cuadro impresionista; si fuera música, compondría una sinfonía sonora llena de percusión y de flautas, a ratos muy fuerte, a ratos muy tenue; si fuera poeta, ¡Ay! Si fuera poeta podría poner palabras a mis sentimientos. Pero…nada de eso soy, por eso me conformo con hacer apuntes de algo que me llena de gusto, de amor y….también derramo lágrimas de emoción.

Vamos, neuronas mías, vamos a ir tranquilizando este tema….vimos otra vez florecer el desierto, ahora…a esperar otra ocasión




jueves, septiembre 11, 2008

TODAVIA

TODAVÍA


Todavía bailan cueca las viudas cubiertas con velos negros y a pasitos “valsiados” con sus pañuelos a media asta orlados de negro, sus ropas, viejas pero limpias color del tiempo. Bailan solas, bailan tristes.
Tiquitiquiti, por aquí
Tiquitiquiti, por allá.

No hay alegría en sus rostros, sólo dolor.
Mucho quedó, nada volvió
Tiquitiquití, por aquí
Tiquitiquítí, por allá

Todavía bailan cuecas las novias vírgenes con trajes largos, pañuelos y velos negros, esperan y siguen esperando, ellas amaban y siguen amando
Tiquitiquití, por aquí
Tiquitiquiti, por allá

Todavía bailan las niñas con trajes oscuros, velos y pañuelos orlados de violeta, ya ni recuerdan lo que pasó, sólo ven a sus madres tristes y se les saltan las lágrimas.
Tiquitiquití, por aquí
Tiquitiquiti, por allá

Todavía los hombres con el corazón apretado, no saben sufrir, no saben llorar, descargan su dolor zapateando una cueca-huacha a la bandera, talvez la culpan de su pesar, talvez fue la causa de su dolor.
Tiquitiquití, por allí
Tiquitiquití, por allá.

Todavía se ven momentos de dolor y miedo, el mundo ha cambiado ¿Dónde está el orgullo de ser chileno?, las ganas de apoyar al vecino se junta con las ganas de levantar el puño, porque ¡Carajo, había un compañero presidente!
Dolor y pena se desgarran en estos días, nos han quebrado la primavera, se han roto los volantines en el cielo, se ha borrado la risa de los niños, parece que ni los pájaros cantan como antes. Este 11 está lleno de dolor y angustia: por el que no está, por la que se fue, por el que no nació, por los que vieron y no pudieron hacer nada.
Tiquitiquiti, por aquí
Tiquitiquiti, por allá