jueves, octubre 16, 2008

NACIDA EN LA CRISIS DEL 29



A caballo, entre los coletazos de la crisis del 29 y los últimos días del gobierno del general Ibáñez, tuve a bien nacer; no fue un tiempo bueno y oportuno….pero así son las cosas.
La crisis del salitre empujó a Santiago a los trabajadores cesantes que clamaban por comida; se hacían grandes ollas comunes en la Alameda y los disturbios aumentaban cada día. La promiscuidad y la falta de aseo hicieron que se propagara una enorme epidemia de tifus exantemático lo que produjo muchas muertes.
La crisis se hizo presente y no había dinero para vivir; el que pudo se fue al campo, donde, por lo menos algo habría para llenar el puchero.
Mi papá estaba trabajando en una exportadora de manzanas en Angol, pero…no alcanzaba, así es que nos fuimos a casa de mi abuela materna…así siguieron llegando otros tíos hasta completar cuatro familias necesitadas y, como no alcanzaba para todos tomaron la determinación de irse a San Carlos a la recién partida Zemita. Como herencia de mi bisabuelo recibieron mis tíos un fundo en el plano y en uno de ellos había un gran caserón; allí nos refugiaron. Los niños lactantes éramos tres y una niña un poco mayor, además, seis adultos; la casa era antigua, grande y fría, muy difícil de calentar en el invierno. Pero lo más difícil era comer; en la bodega había papas, harina y porotos secos; en los corrales, una bandada de pavos y una que otra gallina entumida de frío que ni engordaba ni ponía.
Más difícil lo tenía mi tía Luz y su hija, que eran vegetarianas. El menú general era:
Pavo y porotos y/o papas
o porotos con papas y pavo.
Para ellas se redujo a:
porotos con porotos y papas.
Menos mal que una vaca distraída o, mejor dicho, enamorada a destiempo, tuvo a bien parir cuando llegamos….mala lechera….¡pésima!... a lo mejor sería porque no había comida suficiente tampoco para ella…pero daba leche justa para los lactantes, el resto de la familia ¡ni olerla!: tomaban agüitas de yerbas del campo para bajar las porotadas.
No había dinero circulante; me contaron que una vez mandaron al correo con un saco de porotos al pueblo a ver si lo vendían o cambiaban por algún alimento y…no hubo nadie con dinero para comprarlo, así es que tuvieron que seguir con su dieta de porotos.
Llovió, como llovía en esos tiempos, o sea fuerte y mantenido; con la lluvia creció el pasto y rápidamente los potreros se pusieron verdes de pasto tierno….la vaca, nuestra lechera, se tentó y se zampó una comilona de pasto verde…y purgante, el pobre ternero casi se muere y nosotros, los lactantes, también.
Una tía, que tenía un par de pesos y a su mamá en Santiago, se llevó a su hijo en tren; aprovechando el coche con caballos me llevaron al hospital del pueblo donde me dieron lo más barato: “Agua”. El ternero y yo sanamos juntos, mi primo tardó un poco más, o sería que en casa de su otra abuela habría algo más que porotos.
Crisis económica; crisis política; crisis social. Ganitas tenía el general de quedarse con el gobierno, menos mal que no lo dejaron pero durante mucho tiempo estuvo rondando la presidencia…y la dictadura….pero, eso es otra historia.
Con el pasto creciendo por todas partes, a mi tía Luz, la vegetariana, la que no comía “cadáveres” y que debía estar bien harta de porotos, se le ocurrió labrar un huerto; pala en mano organizó lo que llamaba “jardin potager” (lo que hacían en las casas después de la Primera Guerra Mundial) o sea plantar un poquito de cada hortaliza y así ir sacando lo que se comía…..todo tarda su tiempo pero, los rabanitos, las lechugas y las acelgas fueron una delicia para los mayores; poco a poco se las fueron arreglando para variar la dieta….supongo que los pavos alguna vez se les acabarían, porque no hay bandada que dure mil años.
Al menos dos años duró para nosotros esta situación. Cuando volvimos a la capital, a casa de mi abuela, me llevaron a conocer a mi bisabuela que se enterneció conmigo y me regaló una moneda de plata para que me compraran zapatos ¿Es que iba descalza o con ojotas de campesina? No lo supe pero sé que mis primeros zapatos los tuve a los dos años.
Crisis ayer, crisis asiática más adelante, crisis hoy….lo pasamos y lo pasaremos mal, lo único que nos alienta es que todo pasa, hay que humillar la cabeza y aprender a prescindir de lo innecesario…a tener esperanza y un poco de buen humor.


1 comentario:

Antonio Valle dijo...

Lecciones aprendidas del pasado, que no deben pasar desapercibidas: debemos aprender a quitarnos de lo innecesario!!

Gracias por iluminarnos!
Antonio