martes, junio 20, 2006

EL CIRUELO

EL CIRUELO


Al viejo ciruelo que veo desde mi cama le han crecido unas largas y delgadas ramas que se ven por sobre los árboles del fondo; no son unas ramas muy armónicas, más bien parecen unos palos tiesos y secos; en ellos se balancean los gorriones que vienen a comer maíz chancado todos los días. Yo los miro y me parece estar en una plaza de juegos de niños; los gorriones pían, se llaman, se juntan, se pelean; hay momentos en que las ramas están tan llenas de pajaritos que parecen frutas maduras….de pronto uno se lanza en picada al vacío….otro lo sigue…y otro….y otro…hasta que todos, por lo menos una treintena, pican y pican; comen y comen. Luego toda la bandada emprende el vuelo en un zumbido y vuelven a sus ramas. Este movimiento continuo sigue y sigue hasta que del maíz no queda ni una cáscara.
Mi entretención ha pasado, los gorriones se han ido a seguir comiendo en otra parte y las varillas del viejo ciruelo quedan desnudas; así será todo el invierno hasta que llegue la primavera a llenarlas con su blanco manto de flores blancas. Mientras, serán el columpio de los gorriones y mi entretención matutina

VELAS

VELAS


Una vela larga y otra cortita me iluminan en una noche oscura sin electricidad. Una vela larga y otra cortita me llevan a una época de mi vida en el campo donde dependíamos de ellas para acortar las noches. ¡Que lujo era tener dos velas! ¡si con una sola se podía matar un ratito antes de dormir!...me remonto a esa época feliz de mi vida en que el día estaba regido por el sol, con él nos levantábamos y cuando se ponía nos empezábamos a acostar.
La noche en el campo nunca era oscura, nunca negra; era una maravilla de estrellas y de luciérnagas. Nunca era, la noche, silenciosa, estaba llena de cantos de pájaros, croar de ranas, chirriar de grillos; los perros de los vecinos ladraban de tarde en tarde para recordarnos que estábamos protegidos.
El Puelche soplaba y hacía crujir las ventanas y los techos; muy fresco, refrescaba la tierra calentada por el sol.
Nunca sentí miedo, ni a la oscuridad ni a ninguna otra cosa… ¡estaba muy cuidada! ¡Tenía a mi papá!

OSCURIDAD

OSCURIDAD


Se mete la noche, oscura, sin luna, sin luz; no se oyen los pájaros nocturnos; ni siquiera se escucha ese “horizonte de perros que ladra lejos del río”, que escribía García Lorca…. Silencio, oscuridad, miedo. Todo puede pasar…hasta temblar. Solos los viejos van quedando, uno dependiendo del otro acompañándose como buenamente pueden.
Silencio en el barrio sólo roto por el atenuado motor de algún auto, de los pocos que quedan circulando en las oscuras calles sin luminarias.
Silencio y oscuridad; las sombras desdibujan a las pocas figuras iluminadas por el resplandor tibio de una vela; ya no se sabe donde está lo familiar, no se reconoce el mundo físico de siempre.
Estamos rodeados de artefactos que dependen de la electricidad, hoy están muertos, amortajados, desenchufados…no sirven para nada. Ni música, ni televisión, ni DVD, ni ordenador, ni refrigerador, ni luz, ni lectura….nada….sólo escucho mi corazón que late más fuerte que nunca y si pongo un poco de atención…casi escucho el chisporroteo de mis neuronas.
Sin luz, a solas conmigo misma, sola con mis pensamientos, mis deseos, mis miedos ¡un buen ejercicio mental! Pero… ¡Que pase la noche pronto y llegue la luz del día! ¡Que el sol ilumine la vida y haga desaparecer los miedos!
Luz, luz, brilla para mí, brilla para que me pueda encontrar, para que me pueda consolar, para vencer la oscuridad y sea feliz.

sábado, junio 17, 2006

Un paseo oloroso

UN PASEO OLOROSO


He salido a dar un paseo otoñal por entre los paltos; la tarde está quieta y silenciosa, sólo se escuchan los picaflores que silban y trinan felices tomando el néctar de las campanitas rojas….camino a paso largo….voy mirando atentamente mi entorno…me doy cuenta que, con el calorcito de la tarde, muchas fragancias se pueden percibir; unas humildes violetas que han sobrevivido a los pisotones, exhalan un perfume que me recuerda a unas tías abuelas de mi infancia.
Las hierbas aromáticas me regalan sus recuerdos, el cedrón, que yo planté de un palito que me regalaron, da un olor penetrante y cítrico; en varios maceteros brotan una menta fuerte y potente, un par de matas de poleo, una ruda, un toronjil…hierbas, ¡las buenas hierbas! ¡las que son medicinales! ¡las que me sacan de apuros!; cuando paso cerca de las macetas no puedo dejar de recordar a las personas que me enseñaron a conocerlas y a usarlas…fue de niña y en el fundo…con paciencia me fueron enseñando: ¡el toronjil “para la pena”! ¡la menta y el poleo para el dolor del vientre! ¡la ruda…para espantar los malos espíritus y sirve para todo! ¡el cedrón para bajar el almuerzo y para ponerle al mate!
Para rematar la “feria de los olores”, paso por frente a los nísperos que están enteros florecidos y me emborracho con su perfume, huelen a bailes, a grandes recepciones con mujeres elegantes…me encanto…me siento feliz….ha pasado un día y no ha sido en vano.