 La pequeña higuera, llena de hojas fragantes y de frutos todavía por madurar está envuelta en una nube que bordonea fuertemente; zumban las suaves y nervadas alas interiores de los verdes pololos que, trabajosamente, levantan y azotan sus rechonchos cuerpos verdeamarillos eléctricos; parece que algo buscan, que algo quieren; llegaron, igual que el año pasado en la luna oscura de Noviembre, al caer la noche: zumban y zumban; se agitan, vibran, con sus élitros abiertos semejan pequeños aviones; verdes, muy verdes; torpes, muy torpes.
La pequeña higuera, llena de hojas fragantes y de frutos todavía por madurar está envuelta en una nube que bordonea fuertemente; zumban las suaves y nervadas alas interiores de los verdes pololos que, trabajosamente, levantan y azotan sus rechonchos cuerpos verdeamarillos eléctricos; parece que algo buscan, que algo quieren; llegaron, igual que el año pasado en la luna oscura de Noviembre, al caer la noche: zumban y zumban; se agitan, vibran, con sus élitros abiertos semejan pequeños aviones; verdes, muy verdes; torpes, muy torpes.Me acerco al árbol y me inmovilizo, abro mis brazos y los elevo, siento que me convierto en higuera, mis manos se alargan y se extienden, se abren, enverdecen….¡si hasta despido su perfume! Al ser una con la higuera, los pololos no me desconocen, se enredan en mi pelo, se pegan en mis manos y en mi cuerpo, los siento duros, ásperos, fuertes. Yo los acepto como son y me emborracho con su vibrar y parece que entro en una especie de éxtasis; gozo con ellos, son hermosos, los toco, los acaricio… y…luego vuelven a volar y a estrellarse unos contra otros
Dura la fiesta quince minutos; dura mi fiesta toda la semana….esperaré un año para volverlos a ver. ¿Me reconocerán?
 
