sábado, noviembre 25, 2006

VERDES VISITANTES

La pequeña higuera, llena de hojas fragantes y de frutos todavía por madurar está envuelta en una nube que bordonea fuertemente; zumban las suaves y nervadas alas interiores de los verdes pololos que, trabajosamente, levantan y azotan sus rechonchos cuerpos verdeamarillos eléctricos; parece que algo buscan, que algo quieren; llegaron, igual que el año pasado en la luna oscura de Noviembre, al caer la noche: zumban y zumban; se agitan, vibran, con sus élitros abiertos semejan pequeños aviones; verdes, muy verdes; torpes, muy torpes.
Me acerco al árbol y me inmovilizo, abro mis brazos y los elevo, siento que me convierto en higuera, mis manos se alargan y se extienden, se abren, enverdecen….¡si hasta despido su perfume! Al ser una con la higuera, los pololos no me desconocen, se enredan en mi pelo, se pegan en mis manos y en mi cuerpo, los siento duros, ásperos, fuertes. Yo los acepto como son y me emborracho con su vibrar y parece que entro en una especie de éxtasis; gozo con ellos, son hermosos, los toco, los acaricio… y…luego vuelven a volar y a estrellarse unos contra otros
Dura la fiesta quince minutos; dura mi fiesta toda la semana….esperaré un año para volverlos a ver. ¿Me reconocerán?

lunes, noviembre 13, 2006

CENIZAS

Polvo al polvo; es ley de vida y ley de muerte. Una vez cremado este envoltorio que ha cuidado de mí toda la vida quisiera que siguiera abonando la tierra de los lugares donde fui feliz y donde está la gente que me quiere.
Cierro los ojos y dejo volar mi mente y veo a mis hijos y a mis hermanos cada uno con un poco de mis cenizas esparciéndolas en su pedazo de tierra.
Veo lo que quedó de mi cuerpo en diferentes sitios: Bajo una manga, bajo un ciprés, bajo una parra, bajo un drago, en un parque, bajo un limonero, en una maceta con cardoncillos, bajo un ulmo, bajo una camelia. Así sabrán donde estoy, o mejor dicho donde quedó mi vestido de carne, y puedan poner una flor el 28 de marzo y musitar una oración.
Pero me veo también en el fundo, por el sendero que baja desde la casa al río, por la ladera; en la hojarasca bajo los boldos y arrayanes, al lado de las orquídeas silvestres, muy cerca del sitio donde se maridan el río y el monte, donde se escucha el río potente en invierno y cantarín en el verano, es el sitio exacto de mis más anhelados sueños.
Lo que quede, porque algo quedará o mejor dicho tiene que quedar, me gustaría que lo pusieran en la sepultura de mis padres, para estar con ellos como lo estuve en vida.
Así dando vida a las plantas esperaré la resurrección del último día. Ese día volveré a la vida enriquecida por todo lo obtenido: La fragancia, la grandiosidad, la frescura, la sabiduría, el rumor del viento y del mar, la constancia, la ternura, la elegancia, la belleza, el amor…todo lo recibido…todo lo entregado.
Con tanto don ¡Que hermosa seré y podré incorporarme al Reino de Dios en su Eternidad!

martes, noviembre 07, 2006

TAI CHI

TAI CHI
(Tres momentos)

UNO
Hila el aire la muchacha del Tai chi, sola en una pradera de flores multicolores; se mueve acompasadamente coordinando sus brazos y sus piernas; firme en la tierra, el resto del cuerpo se mueve como los mimbres; toma el viento y lo suelta; lo vuelve a tomar y….sigue cada vez más integrada al medio; a lo lejos se escucha una melodía que, con el aire, también va y viene….ya no hay muchacha, ni melodía, ni aire; se han convertido en un todo que va y viene al mismo compás.

DOS
En la orilla del río se oye el canto del agua bajando entre las piedras. Una niña se moja las manos y ríe; toma el agua y juega; la risa y el canto del agua van formando un canto que la niña va haciendo suyo; toma un puñado de agua y gira; abre sus brazos queriéndolo todo y se abraza… queriéndose.
Sonidos y sentimientos; alegría y libertad; la niña se siente volar, la niña se embriaga, la niña vive, la niña es feliz.

TRES
En el patio interior de un templo, un monje medita; se vacía de todo lo carnal y solo queda su interior resplandeciente; lejos, muy lejos se oye a los estudiantes tocando sus instrumentos.
El monje está preparado, toma una vasija con carbones encendidos y la pone en una mano, lentamente la mueve de un lado a otro; el calor pasa a su mano, con un amplio y elegante movimiento pasa las ascuas de una mano a la otra y vuelve a empezar; el calor se hace menos intenso a cada vuelta los carbones se van llenando de blanca ceniza y al cambiarlos de mano se levanta una tenue nube gris.
El monje deja de ver; deja de sentir; deja de oír; sólo se mueve cargando el peso de sus huesos en una y otra pierna mientras intercambia los carbones de una mano a otra; su interior es fuego; sus huesos son fuego; él ha dejado de ser monje para arder con las brasas.

jueves, noviembre 02, 2006

LIBERTAD

La libertad en la mente me permite estar en muchas partes aunque esté entre cuatro murallas.
Si cierro los ojos, puedo ver todo lo visto, todo lo vivido. Puedo oír el murmullo del río, el canto de los chincoles, el cotorrear de las cachañas, el rumor de las hojas de los álamos batidas por el Puelche.
Puedo volver a sentir en la piel el calor del sol a orillas del estero; puedo percibir el olor de los boldos, de los peumos.
Puedo volver a caminar cerro arriba y cerro abajo, ligera de ropa y apenas calzada, sentir el viento suave que alborota el pelo, hacer sonar la hojarasca por el puro gusto de oír como se rompen las hojas secas despidiendo un olor penetrante.
Puedo volver a ver los cuadros de los impresionistas, uno a uno: un Pissarro, un Monet, un Manet, un Renoir, un Gaugin, un Toulouse Lautrec….volver a estar en el Museo de los Impresionistas en Paris…..verlo y sentirlo… ¿Qué importa que ahora los cuadros estén en otra parte? Para mí siempre estarán donde los vi.
El pensar, el recordar me permite volver a vivir, no porque tenga una vida espectacular, sino porque es la mía y me encanta volver a vivirla, en todas las edades, en todos los tiempos, en todas las partes donde he vivido; tanto verme yo de niña como verme de madre y abuela distante, ¡es una mezcla maravillosa!