jueves, mayo 22, 2008

OTOÑO-OTOÑO





El campo cambia de color, los amarillos, ocres, rojos y café han pintado las últimas hojas quedan en los árboles.
Amenaza lluvia, como dicen los campesinos, el cielo está gris, el aire quieto, los pájaros mudos, sólo una pareja de queltehues grita ¡Lluvia!
Vuelvo de un paseo y los olores están más intensos que nunca; los nísperos en flor exhalan un perfume especial… un aroma a antiguo….a lo que alguna vez se olió. Al pasar bajo los membrillos, sentí un olor que me hizo pensar en las pailas de dulce que se hacía en Paine y que ahora, en menor escala, trato de hacer cuando hay abundancia….pero ahora el olor es diferente, más dulce, más pesado, son los últimos membrillos que quedan en las matas y que ahora nadie toma en cuenta, parece que así se hacen notar.
Pico, una a una, las últimas uvas del parrón, parecen un caramelo y….que decir de las rosadas que están escondidas al pié del palto mayor ¡que vino se podría hacer!
En la boca siento el picor de un peumo rojo que mordí, su aroma me invadió de recuerdos, una bocanada de fundo ….de niñez….de cuentos de viejas que nos decían “Si no cueces un peumo en la boca, no sabrás guardar secretos” en el calor de la boca los peumos tardaban su tiempo que para nosotros era muy largo, antes que la piel del fruto se abriera y, generosamente, nos regalara una pizca de carne perfumada.
Hoy los olores me emborrachan….y los recuerdos, también.

jueves, mayo 15, 2008

MAMÁ



MAMÁ


Dulce palabra, seguramente la primera que dije.
¡Mamá! Mi primer clamor.
¡Mamá! Mi primer consuelo
¡Mamá! Mi primera palabra de ánimo.
Quisiera ser pequeña otra vez y sentir sus manos frescas en mi cara.
¡Ya pasó! Me decía cuando, después de un temblor, yo quedaba asustada
¡Ya pasó! Cuando herida recurría a ella.
Tiernos brazos que me tomaban y me llenaban de cariño.
¡Quién fuera niña otra vez para volver a gozarla!
¡Quién fuera adolescente para borrar todas las penas que le causé!
¡Quién fuera mayor para volver a tomarla de las manos, aunque me confundiera con su madre!
Ella fue para mí siempre una ayuda, un apoyo; ella fue quien me dio el mejor consejo; sus palabras resuenan en mi mente y me dan valor.
¡Mamá! ¡Mamá! Hoy te quiero más que nunca, para mí siempre sigues presente; tus consejos vigentes. ¡Qué daría por volver a verte, a abrazarte, a besarte!....sólo en sueños y con la fe que estás en la eternidad de Dios.
Un beso para ti, viejita mía, en tu día.

lunes, mayo 12, 2008

TESORITOS



Mi tatá tenía una cajita-joyero de cuero repujado, en la tapa, unos niños tocaban instrumentos…no es que ella tuviera joyas, pero allí guardaba sus tesoros.
Cuando yo era niña chica e iba a dormir a su casa ella me mostraba su cajita, tenía su medalla de Primera Comunión y la de su marido…también dos bolitas de jade verde que me maravillaban, las tomaba en mis manos y las hacía rodar de una a la otra…eran de un verde muy lindo, suaves, lustrosas y tibias…un día, no sé cuando, esa cajita-joyero pasó a mis manos, con las dos medallas pero…¡sin las bolitas de jade!
Hoy la cajita-joyero, viejita y un poco estropeada, pero siempre brillante, está en mi habitación y junto a los tesoritos de mi tatá están los míos: un prendedor de plata y leña buena que me hizo hace años Ricardo, le falta brillo, pero tiene ese tono de plata vieja que dan los años y que no quiero quitarle. También está una estatuilla de leña buena que me talló Francisco y es tan delicada que no me atrevo a tenerla en otra parte .Otro tesoro es una medalla ganada en atletismo ¿Quién la ganaría?...supongo que Juan Agustín; porque mía no lo es, allí está en espera de que su dueño la reclame.
¡¡¡Que cosas se encuentran cuando se buscan!!! En vez de las bolitas de jade encontré dos semillas rojas del altiplano, de esas que dicen que dan la suerte…quien sabe quien las puso allí, pero, no me puedo quejar ¡qué suerte he tenido! Muy en el fondo y casi entre el forro de brocato verde encontré una vieja llave de un baúl camarotero que mi tatá trajo de Europa…quien sabe lo que se hizo en el transcurso de la vida, pero yo tengo la llave y con ella todos los recuerdos de mi mamá de esa época.
Seguramente el que perdió una pequeña pieza de un rompecabezas, cielo azul y un trocito de nube blanca, debe haber quedado triste al no poder terminar su paisaje…nadie lo preguntó y allí está ese recuerdo de una infancia desconocida.
Y si de joyas estamos hablando, en esa cajita-joyero está la única joya que merece ese nombre: un collar de perlas que me regaló Abuela.
Me pregunto ¿Qué hago yo para guardar y guardar cosas y cositas, tesoros y tesoritos? No lo sé, es que soy “cachurera” y cada cosa tiene para mí un momento de recuerdo, un salto atrás en la vida, que me hace feliz.



ROSAS ROJAS


ROSAS ROJAS

Rosas rojas, color de fuego intenso; color de lava fundida. Siete rosas rojas me celebran en el día de la madre, rojas como la sangre derramada por cada hijo nacido.
Dolor de madre que lleva a la felicidad posterior. Dolor que prepara para el momento de la separación.
De terciopelo sus pétalos, suaves como piel de niño.
Todo hoy recuerda ese momento maravilloso de dar a luz un hijo.
Ser madre, no un día, sino todos los días, toda la vida, es el regalo más grande que puedo recibir. Tener un hijo en las entrañas y sentirlo unido todo él a toda yo; un mismo alimento, una misma sangre, un mismo amor, un mismo ser….nueve meses….siete hijos….siete rosas rojas como la sangre estremecida, como el hirviente contenido de los volcanes de este país.
Siete rosas, siete besos.
Siete rosas, siete cariños.
Siete rosas, siete alegrías.
Siete rosas, siete hijos que me llenan de amor.