domingo, mayo 13, 2007

EL PICAFLOR Y EL HIBISCUS


EL PICAFLOR Y EL HIBISCUS


¡Se me alegró el almuerzo!
Mientras comía (¡ por comer, porque hay que comer legumbres!) un plato de porotos y mientras miraba distraída la retahíla de malas noticias del medio día, fui sorprendida por la prematura llegada de un diminuto picaflor que, alegremente, fue libando de flor en flor…; en el entretiempo emitía un agudo canto que emulaba a las altas notas del violín de Paganini.
El torbellino tornasolado no trepidaba en volar y beber del néctar que exuda el hibiscus.
Las malas noticias se borraron. La paila de greda pareció resplandecer y los porotos me supieron a gloria. El picaflor piaba y goloseaba y yo fui descubriendo, entre cucharada y cucharada, el sabor a infancia, a fundo; el sabor profundo de un pueblo que, fundamentalmente, se alimenta de porotos…; sólo me faltó la tortilla al rescoldo con olor a humo y un pebre picante.
Empiezan los picaflores a almorzar con nosotros, nos acompañarán todo el invierno, para ellos hemos plantado hibiscus y otras plantas dulces que florecen en invierno…píos y trinos…sabores intensos para paliar el frío…los miramos y nos gozamos de ellos….son bienvenidos…son nuestros amigos y hermanos.

lunes, mayo 07, 2007

EL RESORTE

Entre el viejo camino y el cerro hay una explanada con uno que otro viejo pimiento y algunas matas de zarzamoras; entre ellos, una carcasa de camión, otra de tractor; un montón de latas y fierros oxidados por el tiempo y la lluvia; el sol en el verano y la humedad en el invierno. Entre toda esta chatarra, y entre latas y cartones, dormían algunos andantes…se drogaban unos drogadictos…bebían algunos borrachines…y por las noches ¡quién sabe lo que pasaría en ese sitio!
Cerca del camino, hace años, encontramos un resto de máquina que exponía a la vista un enorme resorte, fuerte, firme, imponente; estaba soldado a una gran estructura de fierro; no servía ni de refugio ni de nada, era sólo eso: un resorte que me encantó y que cada vez que quería impresionar a algún fotógrafo lo invitaba a verlo y a todos les gustaba.
¡El viejo resorte oxidado se destacaba entre los verdes de la explanada!
Volví a buscarlo otra vez para impactar a un explorador de formas; lo buscamos y lo buscamos y no lo encontramos; había huellas de una máquina caminera que había ampliado el camino ¿lo enterraron? ¿lo quitaron? ¿lo vendieron como fierro viejo? ¿lo rompieron…lo destrozaron…se lo llevaron…lo tiraron? ¡el resorte no está!...tampoco hay huellas de los andantes, ni de los drogadictos, ni de los borrachos…¿Dónde se habrán ido? ¿Dónde duerme esa pobre gente?...A lo mejor estarán junto a la chatarra de la explanada, tirada en algún sitio para no herir los ojos de los visitantes…quien sabe…lo mejor es no preguntar…nadie responde por la chatarra oxidada ni por la chatarra humana.