miércoles, marzo 25, 2009

DIARIO DE NAVEGACIÓN

PLEGARIA


Y su imagen que he guardado
en el santuario de mi alma
en el rincón de pureza
que vela de rodillas
mi cariño inmaculado,
ha sido la hostia santa
que encerrada en arca de oro
he adorado en el secreto
de amorosa religión.

En la lámpara sagrada
que ha velado su memoria
se han quemado de mi pecho
uno a uno los anhelos
sin extinguirse jamás
la fuente de ternura,
que naciendo de recuerdos
se alimenta de esperanzas.

Y en las horas de amargura
de tristeza y de pavor,
cuando mi frente vencida
se doblegaba hasta el suelo,
cuando tímido y sin fuerzas
me abandonaba al acaso,
como las hojas dormidas
que en otoño se abandonan
al soplo helado del cierzo,
allá en el fondo de mi alma
sentía una dulce voz,
que a mi espíritu afligido
susurraba con cariño
las palabras bendecidas
de Jesús, levanta y anda.

Y las tinieblas clareaban
y una mano cariñosa
separaba de la senda
de mi vida los abrojos;
y en mi frente que la fiebre
martilleaba sin piedad,
sentía el soplo benéfico
cual hálito de un ángel,
y mi pecho dilataba
la esperanza y el consuelo
de sentirme acompañado,
de saber que la existencia
no surcaba abandonado;
y que no era en este mundo
despojo de un naufragio
con que juegan inclementes
las tempestades del mar.

Y mi alma agradecida
elevaba una plegaria,
la plegaria que de niño
murmuraba soñoliento
reposando la cabeza
en los brazos de mi madre:
“Ángel Santo de mi Guarda
amorosa compañía,
te suplico de rodillas,
no me dejes en la vida”



Ramón Rivas Ramírez
Mayo 17/ 1907

1 comentario:

Castell de Mediona dijo...

Impresionante, realmente no sabemos a quien le escribía pero era cryente y mucho.