UN CUADRO

UN CUADRO


Estoy sentada en un cuadro pintado sólo para mí. Estoy rodeada de flores silvestres. Las Alstromelias enanas rosadas se muestran en pequeños grupos cerca de las piedras. Los cactus redondos y en gajos están florecidos en rojo y llaman a las mariposas. Las docas de flores púrpura engalanan la ladera. Unas escarchas brillantes como recién salidas de la noche son el soporte de una red tejida por pequeñas arañas que esperan la llegada de su cena.
Detrás de mi, las rocas me ocultan de los ojos intrusos; rocas centenarias, enormes, tan grandes como las que están en el borde de la punta que se mete en el mar.
Al frente tengo el mar, el inmenso océano Pacífico, azul profundo; desde lejos se pueden ver pequeñas crestas blancas formadas por el viento. Las olas mecen a las algas que se estiran perezosas, por lo menos eso es lo que parece… una… otra…pero aparece la tercera que azota con fuerza titánica las rocas y enreda las algas; salta la ola, estremece el aire, atruena el golpe en las rocas y hace saltar una neblina que empapa el entorno y me empapa a mi. Olor a mar; olor a sal; olor a vida; olor a marisco. Neblina que energiza, que da fuerza, que inspira.
Gritan las gaviotas; pasan volando los pelícanos con las bolsas bajo sus picos llenas de peces recién capturados.
Impasible, el moscardón dorado busca el polen en las flores. Las mariposas se posan en los cactus. Las arañas esperan con paciencia….parece todo igual…cada tercera ola el mismo estruendo….la misma paz…pero no es así, una música me invade, es un cello tocando una Suite de Bach, acompasada, rítmica, acorde a con la naturaleza, la acompaña, la ordena.
Me siento una con todos y a todos uno conmigo.
Es un cuadro especial


11-3-2006